III- LA PRESIÓN

El inspector jefe Gonzalo conocía el complejo carácter de Valeria y el tema era demasiado candente para cagarla.
––Ven.
Entraron en el cuarto de limpieza de entrada a la planta.
En el reducido espacio sus cuerpos se rozaban. Gonzalo era, por decirlo de una manera elegante, orondo. Hacía años que no se veía la minga al mear, pasaba de largo los cien kilos y lucía una barriga esférica, hinchada y dura.
Desde que el ascensor estaba averiado hacía jornada continua.
––Esto es demasiado para mis trillizos ––bromeaba.
Gonzalo superaba los sesenta años. Su aspecto era la de un tipo derrotado por la vida y de mirada huidiza. Su cara era sujetada por una enorme papada, unas moradas ojeras le colgaban hasta el final de la nariz. Por las arrugas de su rostro se podía dar la vuelta al mundo.
Lo único que mimaba más que a su barriga era su estilizado bigote de longitud exacta al labio superior.
Gonzalo hacía años que debía estar jubilado, pero tres divorcios, cinco hijos y ocho sentencias desfavorables hacían que se eternizara en el cargo.
El tipo era una paradoja viviente: No se podía jubilar y repartía pensiones a diestro y siniestro.
A Val lo que más le llamaba la atención de su fisonomía eran sus dedos gruesos como longanizas, el color tostado de su piel y sus cejas formadas por matas de pelo desigual, casi tan largos como la plantación que salía de sus oídos.
––Escuche Sánchez... ––Sánchez y de usted, la cosa parecía seria––. Tenemos un caso muy importante y he pensado en ti. Tendrás un compañero. Un tipo al que no conozco de nada y que nos lo han metido con calzador. Sí o Sí. Los de arriba están muy preocupados. Ahora te presentaré a tu nuevo compañero y entraremos los tres felices en el salón de actos ––paró de hablar y la trató como a una hija––. Te lo pido por favor...
––¡Ah, era eso! ¡Ya me estaba asustando, pensaba que me había hecho madrugar para pegarme un polvazo en el cuarto de limpieza!
Se sonrieron.
––Gracias por pensar en mi ––Val lo miró como a un padre.
No sin dificultad salieron del cuarto.
Val lo hizo primero, las caderas de la inspectora se contoneaban delante de él.
Sí.
A veces Bollito parecía humana.

Gustavo llamó a un tipo que, apoyado en la mesa jugueteaba distraído con un bic. El fulano rozaba la treintena, su piel era blanquecina, estaba muy delgado, tenía barba corta, cuidada, sus ojos estaban atrapados en un aura rosada.
Tenía un aspecto enfermizo que escondía en el flamante traje de ejecutivo. Parecía un ejecutivo.
Un ejecutivo enfermizo.
––Inspector León, le presento a la inspectora Sánchez, su compañera para este caso.
Val estrechó la mano con resignación, estuvo tentada de apretar fuerte, a ver qué pasaba, pero la inspectora había prometido ser buena.
––Encantada, es un placer conocerle ––Val acompañó sus palabras con un cómico movimiento de pestañas.
El gesto despertó los pensamientos más positivos del trío:
(––Joder Val...)  (––¡Hija de...! )  (––¡Ja, ja, ja!)
Y así fue como entraron los tres felices en el salón de actos.
El salón de actos era en realidad una gran aula divisible dotada de todo tipo de medios técnicos y se usaba para formación, ruedas de prensa y reuniones. Lo llamaban así porque habían pillado a más de un agente haciendo el amor sólo o en compañía. El trío se situó en el fondo principal, junto al atril reservado para las ocasiones importantes.
Ocupando tres filas de sillas mal alineadas estaba el auditorio. Desde un discreto rincón, Gus, el mejor amigo de Valeria, escrutaba a los presentes, haciendo un ejercicio de contención para no partirse de risa.
(Póker de ases...Casper, La Leona, Gordito Relleno y Alejandro Magno).

Entre todos destacaba Alejandro de Guzmán el alcalde, un tipo de pelo blanco engominado y de nariz aguileña. Vestía como un banquero y parecía que no le iban nada mal las cosas.
Escoltaban al edil Nerea Belmonte de asuntos internos y el comisario Leocadio Hernández, un tipo de pinta chulesca.
Como buena leona Nerea mantenía una constante competencia territorial con la inspectora. Los míticos pechos de Valeria eran un duro rival que esta mañana combatía con una increíble falda de apertura lateral.
Nerea mantenía las piernas cruzadas exhibiendo unos muslos torneados, punto focal de los recién llegados, incluida Valeria, que ajena al peligro correteaba alegre por la sabana.
––(¡Muslo contra pechuga! ¡La ciudad en llamas! ¡Los Gays huyen despavoridos...! ¡La torre de Chueca se derrumba!) ––Gus se ponía las manos en la cara tratando de ocultar sus locas ocurrencias entre lágrimas.
Hernández, después de mirar a Gus con resignación hizo un gesto y Gonzalo tomó la palabra. Carraspeó un poco, se apoyó en el atril, miró de reojo al alcalde y empezó a hablar.
––Ayer se cometió un crimen en el palacete de Villa María. De una forma alevosa se acabó con la vida de un actor en pleno rodaje. Las circunstancias reales están envueltas en un halo de misterio y de testimonios confusos...Resumiendo, nadie vio nada mientras la víctima sufría una amputación y moría desangrada. Este caso lo investigarán la inspectora Sánchez y el colega enviado de la capital el inspector Marcos León.
Las miradas de todos estaban clavadas en los dos inspectores.
––El inspector León es especialista en asesinos en serie y ayer ya estuvo en la escena del crimen. A la inspectora ya la conocen.
Gonzalo se retiró del atril y ahora hablaba el comisario.
––Les hemos reunido para pedirles la máxima colaboración con los inspectores y el máximo mutismo. Como vea u oiga una noticia de este asunto fuera de esta planta, encontraré a la fuente y le cerraré el grifo con mis propias manos.
El comisario era así.
Un poeta. Un tipo de los que mean colonia.
––Ahora tomará la palabra el señor alcalde.
Gus sonreía divertido.
Aquello parecía la entrega de los Goya.
La voz del alcalde sonaba poderosa y seductora. A Val le recordaba la de un famoso locutor de radio. El auditorio ya estaba pendiente de su magnética persona, no en vano era su cuarta legislatura como edil.
Tras una frase amable y una broma de grifos entró en materia: ––Seguro que más de uno pensará lo que hago yo aquí. Pues se lo diré, les diré que este no es un delito más. No es un delito de sangre contra un particular. Este es un atentado contra la ciudad.
Hizo una pausa y escrutó la mirada de los presentes.
––La ciudad se juega mucho en este envite. La particularidad de nuestra orografía nos sitúa a cientos de kilómetros de otros estados. Hasta ustedes tienen un estatus especial, con un funcionamiento CASI... ––el tipo resaltó el casi. Todos sabían que el departamento de policía estaba supeditado al poder político.
A su poder.

––...Autónomo, porque estamos aislados en ninguna parte. Amigos, recuerden la gran crisis, la despoblación. En pocos años solo quedamos un puñado de miles de personas que permanecimos luchando con fe por nuestra tierra. De la capital dejaron de inyectarnos fondos para inversiones e infraestructuras básicas. Esos hijos de puta nos dejaron tirados ¿ Y qué hicimos...?
Nueva pausa escrutadora.
––Nos reinventamos. Limpiamos la costa de factorías abandonadas y vimos que debajo del hormigón teníamos playas. Nos pusimos de moda y así dimos un giro de 360 grados a nuestra ciudad, gracias a, entre otras, a la industria de entretenimiento para adultos. Primero llegó una pequeña productora. Le facilitamos las cosas y en pocos años nos convertimos en la meca del cine para adultos ––(pausa)–– ¡Ellos nos han salvado, han salvado esta ciudad olvidada llenando las calles de dinero, mucho dinero! ¡Dinero que usamos entre otras cosas para pagar nuestros sueldos! ––(otra pausa)–– Dinero que puede salir corriendo a otro estado... Gracias por su atención, compromiso y discreción.
Fin del discurso.
Mientras el alcalde hablaba, Gus intentaba hacer reír a Valeria sin éxito, con gestos cómplices que sólo conocían ellos y que ponían de los nervios al inspector jefe.
En pocos segundos el grueso de agentes abandonó la sala.
––Sus superiores hablan muy bien de usted. Tiene inteligencia y agallas... Argumentos y atributos de sobra para lograr todo lo que se proponga ––el alcalde empezó mirando a Val a los ojos, pero terminó examinando explícitamente su escote–– siga así y llegará muy lejos... ––al terminar la frase, saludó vagamente y volvió a sus quehaceres.
El comisario salía tras él y Val le abordó.
Intentó ser amable.
––Gracias comisario...
––Aproveche esta oportunidad inspectora, un caso así es el sueño de todo policía. Hay agentes que se jubilan esperando uno y que la reemplazarían con gusto ––efectivamente ese tipo meaba colonia. Leocadio continuó destapando el tarro de las esencias  –– Le hablaré clarito, mi elección era otro agente, pero me insistieron en usted inspectora. Ahora le toca a usted convencerme a mi. Es usted mujer, desviada y anárquica, espero que al menos sea metódica ––la miró con desprecio y salió de la sala.

Nerea le sonrió sardónica. La mujer explotaba una eterna imagen de devora hombres que era literal por la naturaleza de su trabajo en asuntos internos. La bella agente de melena clara y ojos azules, como buen felino marcaba siempre su territorio con Valeria. Esta vez lo hizo sin dejar de andar:  ––Enhorabuena inspectora. Ahora todos están pendientes de ti. Yo también.
Val resopló. Hacía años que no sentía esa sensación.
La presión.
Esa presión que te cambia el carácter, que te hace respirar más pesadamente, que te llena de clavos el estómago y te lo araña a cada latido. La presión de mil miradas clavadas en todo lo que haces o dices y de mil lenguas esperando su turno para leer su cruel monólogo en tu sepelio profesional.
La flamante inspectora Valeria Sánchez ya sufre los síntomas.
Val volvió con su jefe y el inspector León.
––Necesito que hagan un eficiente trabajo en equipo. Inspectora, usted se encargará del trabajo de campo...Seguimientos, entrevistas y visitas. El inspector León investigará los datos técnicos, científicos y sociópatas ––Gonzalo hizo una pausa y miró fijamente a Val–– Sánchez a ese desgraciado lo que le amputaron fue el pene. 
En la mesa había una bolsa nevera, enchufada a la red. El inspector León la abrió y se colocó unos guantes de látex.
––Esto lo enviaron anoche por mensajero.
Sacó un recipiente del interior, un tarro de cristal de tapa de rosca metálica, podía ser de cualquier tipo de conservas, tomates, judías, espárragos... Estaba lleno de tierra húmeda, pero en algunos tramos...
––Adivine lo que hay dentro.
León dejó el tarro en la mesa. Val se agachó para escudriñarlo, en la tapa había algo escrito en rotulador negro permanente, más concretamente eran números.
<2 de 7>
Los tres mantenían la mirada fija en el tarro hipnotizados.
––Hemos de saber quién es el responsable de esta mierda y a quién nos enfrentamos.
León sentenció:  ––A un puto psicópata...

Los operarios de mantenimiento ya estaban dividiendo el salón de actos para habilitar una sala especial para la investigación. León y Val eligieron el rincón de los ventanales. Parabanes de cartón pluma, dos sillones, dos mesas y dos viejos ordenadores... Parecía que ya estaba montado el chiringuito.
––Falta un sofá.
––¿Un sofá...?
––Algo me dice que esta es mi nueva casa y quiero uno.
Los operarios y León iban a replicar a Valeria, pero ésta ya había salido.
Val se puso las gafas de sol y se acercó a la mesa de Gus.
Hoy era miércoles. Lo sabía por el color de las gafas de su amigo. Gus había aprovechado una oferta de una conocida óptica y se había comprado ocho pares de gafas de pasta de diferentes colores. Uno para cada día de la semana y otras doradas para salir de fiesta.
El tipo perdía plumas en cada gesto y palabra que emitía.
Como buen gay andaluz desbordaba alegría y buen rollo por todos los poros de la piel.
Gus era el diminutivo de Gustavo.
La cara de Gus era como la de Tintín, el universal personaje de Hergé. Pero más gruesa, al igual que el resto de su cuerpo.
De pequeño lo pasó muy mal. Colegio de curas, gordito y gay. Los niños fueron muy crueles con él. Le llamaban Rana Gustavo. Para evitar que le dieran palizas y le robaran el almuerzo Gus aceptaba saltar como a una rana.
<¡Rana Gustavo!>  <¡Rana Gustavo!>  <¡Rana Gustavo!>
Sí. Los niños fueron muy crueles con él.
Y los adultos no les fueron a la zaga.
Al igual que la inspectora rompió los tabúes de su condición sexual gracias a su excelencia en el trabajo. Era un experto en nuevas tecnologías y aportaba datos e información para las pesquisas de sus compañeros. En eso era el tipo más eficiente que Valeria había conocido.
Un policía Gay y una inspectora lesbiana no tardaron en fraguar una amistad verdadera.
Gus estaba en una edad crítica y buscaba estabilidad en las relaciones.
Pero las cosas habían cambiado mucho.
Demasiao.
––Es la época del Demasiao. Bollito.
Demasiao hetero vicioso, demasiaos cuartos oscuros, demasiao musculito, demasiao osito...
Demasiada cosa rara para él.
Al poco de conocer a Bollito, a Gus lo dejó su pareja después de más de cinco años de convivencia. Le dejó por un paisano suyo: ––Es más joven y tiene más chispa que tú.
Las pertenencias de Gus estaban en bolsas del súper, esparcidas por el rellano de la finca.
Val acogió los restos de Gus en su casa, durante meses.
La primera semana Val le bañaba y mimaba como se hace con un infante asustado.
Gustavo había vuelto.
Entre ellos nació un vínculo especial.
El tipo estaba hundido y Val le enseñó a flotar.
Luego llegó lo del tiroteo del Barrio de las Tres Muertes.
Tres semanas en coma en el hospital con una bala rozando una vértebra. Cuando Val abrió los ojos ahí estaba Gus, más delgado y con barba de náufrago.
––¿Vas a una fiesta de Ositos?
También Valeria tenía sus crisis en forma de pesadillas. Gus lo comprobó en sus vigilias. Adivinaba que su Bollito guardaba un secreto. Algo terrible. Pero nunca le habló de ello.
Cada vez que podían celebraban el día Bolli-Gus. Comían, veían películas románticas, se emborrachaban y despellejaban a sus compañeros de trabajo.
Ese día siempre coincidía cuando Val tenía el periodo.
––Putona, lo llamaré el Red-Bolli-Gus.
––Bollito, ¿ves? Siguiendo mi ejemplo de comer pollas sin parar has triunfao y te han dao un buen caso. Enhorabuena, ahora todos te odian, sobre todo La Leona. Ahora tu eres la niña bonita
––Y tú mi nuevo esclavo ––Gus alzó la mirada y sonrió  ––. Busca toda la información posible sobre ese tal Jim Dinamita. Nombre real, dirección amistades, familia, filmografía... Todo.
––¡Qué perrilla... Para ya, dómina!
Val descansó su mano en el hombro de su amigo.
––Gracias Gus. La exótica princesita Bolli va a visitar su palacete con León, alias Bestia. La Bolli y la Bestia.
––No me queda claro quién es Bestia.
(Risas) Gus iba a decir otra ocurrencia, pero Val ya se alejaba.
Gus la siguió con la mirada.
Al gaditano aquello le daba muy mala espina. Conocía al alcalde y ese prepotente no madrugaría ni para ir al entierro de su padre. Y lo que más le inquietaba era que su amiga, cuando trabajaba lo daba todo.
Ese era el punto débil de Bollito.
Bollito lo daba todo.
Ahora el que sentía la presión era él.
La presión de un mal presentimiento.
En sus gafas de los miércoles ya se reflejaban las imágenes del monitor de su ordenador.

Prohibida la reproducción en cualquier medio existente sin la autorización del autor. Dibujos del autor. 

 NOVELA A LA VENTA EN FORMATO EPUB O EN PAPEL







Comentarios