IV- VILLA MARÍA

A las doce del mediodía Val llegó a las puertas de Villa María. Antes había pasado por su apartamento para enfundarse su inseparable atuendo. Los Jeans de corte clásico, donde un trasero femenino es un trasero femenino, camiseta oscura, chupa de cuero y sus socorridas botas.
Dentro de la propiedad ya había un vehículo.
––Bestia ya está aquí.
Salió a abrirle el cuidador de la finca, de su cinturón tintineaban varios manojos de llaves. Llevaba ropa y zapatos muy gastados.
Todo en ese tipo parecía gastado.
Val aparcó según le indicaron, salió de Piolín y se quedó con los brazos en jarras contemplando la fachada del palacete.
El cuidador tras repasarla el trasero empezó a hablar.
––¿Un encanto, verdad? Fue construido a finales del siglo XIX, en su construcción mezclaron las dos corrientes de moda de la época el Art Noveau y el Protorracionalismo. Esa mezcla es lo que le da a este edificio un encanto único. Mire el contraste de la profusa decoración de su parte central, totalmente ornamentada: vidrieras y... ––el tipo retrocedió unos pasos y volvió a mirarle el trasero––...Formas curvas y orgánicas, en contraposición de los laterales, formados por muros sólidos y austeros con vent...
––Mire buen hombre, no quiero ser descortés con usted, pero ya he escuchado muchos discursos por hoy, así que haga el favor de guiarme a la charcutería.
Efectivamente eran demasiados discursos para un solo día.
El crimen se había cometido en el salón principal. Estaba nada mas entrar. Desde ahí se distribuía todo.

Val avanzaba admirada . El interior era una explosión de cerámica, hierro forjado y marquetería. Los pasillos estaban decorados con espejos tallados de terracota, donde exquisitos perfiles de féminas acompañan el reflejo de la agente.
Un friso de mármol, cristaleras y frescos de la época impresionista eran sus lujosos remates.
La escalera principal tenía una barandilla negra de forja de formas de tallos ondulados, copas de follaje y flores. Ramificaciones de columnas terminadas con grandes esferas de cristal iluminadas, creaban un efecto mágico. Sus escalones también eran de mármol.
En el rellano central una espectacular vidriera multicolor con figuras femeninas y motivos florales simétricos daba armonía a todo el espacio. El suelo de cerámica era un salpicadero de formas geométricas imposibles, de colores blanco y terracota.
Val se sentía pequeña e intimidada, rodeada de tanto glamour. El glamour de una época ya olvidada.
––Hola inspectora ––el inspector León, experto en criminología estaba tras las cintas amarillas, fotografiando el escenario del crimen. Con él había varios agentes, todos portaban guantes de latex, gorros y bolsas de plástico en los zapatos.
Val devolvió el saludo y observó detenidamente. Desde el exterior de la cinta hizo un recorrido de la escena.
Todo estaba organizado metódicamente, las minúsculas peanas numeradas se esparcían como manchas amarillas, localizaban el punto exacto de la ubicación de los miembros del staff de rodaje. Un hilo de sangre situaba la trayectoria y el destino final de Jim.
––Sino lo mataron entre ellos, el asesino solo ha podido acceder por el ventanal ––mientras hablaba, Val se colocó el equipo aséptico, levantó la cinta y recorrió la zona del crimen. El lugar estaba como si todavía estuvieran rodando. Los parabanes, cámaras, micrófonos y focos permanecían inertes mientras las peanas sustituían a los responsables de darles vida .
Val ya estaba tanteando el ventanal. Lo recorrió con la mirada, luego pasó un dedo a lo largo de las juntas.
Nada raro.
Giró la maneta y salió al exterior.
Asomó la cabeza al interior.
––Por favor, cerrad bien la ventana.
Un agente próximo obedeció.
La inspectora caminaba por la terraza exterior. Habían gotas de sangre minúsculas en el suelo y en varias hojas de la enredadera de la fachada. Escrutó el ventanal. Repitió la operación del interior, minuciosamente pasó otro dedo por las juntas y para sorpresa de los agentes el ventanal se abrió y el salón del palacete se quedó en penumbras.


Val lo acababa de abrir muy fácilmente desde afuera.
Cerró la ventana, activó la regleta y de nuevo se iluminaron los lamparones de las escaleras y los dispositivos conectados a la red por los agentes.
En pocos segundos el inspector León ya estaba junto a Valeria.
––Hay una regleta muy fina que activa el resorte del cierre y la iluminación de esta zona del edificio.
––Diré a los chicos que busquen pistas por el exterior––contestó León.
––Creo que el asesino abrió desde fuera. Llevaba gafas de visión nocturna. En la oscuridad le amputó el pene. Volvió a salir activando el suministro eléctrico dejando cegados y desorientados a los posibles testigos. Escaló por la pared y se esfumó por la terraza.
León empezaba a hacer un juicio de valor favorable de Valeria y a entender la determinación del inspector jefe Gonzalo ante su jefe el comisario, proponiendo y defendiendo a la joven para este caso. Había sido testigo de ello hacía apenas 24 horas.
Delante suyo el Comisario lanzó una dura advertencia a Gonzalo: < ––Ok. Pero si ella la caga, tú la cagas >.
Estaban en una zona lateral de la fachada, en linde con la central, separando los dos estilos arquitectónicos había una enredadera enzarzada en una estrecha rejilla de forja empotrada en la pared.
Val, siguiendo el rastro de sangre,
se puso unos guantes anticorte y empezó a ascender.
Coronó la terraza en pocos minutos. Varias cuerdas de 11 mm y poleas para escalada estaban a la vista y el inspector León también. Le faltaba el aire, había subido corriendo.
––Hay... Escaleras...
Val siguió andando por la terraza del tejado como si no viera a su colega. Su mente ya bullía, tenía totalmente alerta el sentido de la observación y parecía un sabueso. Buscaba estímulos visuales, más gotas de sangre, huellas de calzado... Tarea difícil en la superficie de la terraza era de gravilla.
––Este tipo deja demasiadas pistas, pero nada de lo que vemos es casual, creo que lo tiene todo preparado––León sacaba las primeras conclusiones hablando detrás de Valeria, que parecía no hacerle ni puto caso––. Creo que nos enfrentamos a un psicópata con un plan maestro, parece que cumple el grado de psicopatía y perfil más peligroso.
Los dos andaban por un tramo de la terraza muy plano, sólo un par de chimeneas y tres tragaluces le daban algo de relieve.
Val paró de andar para preguntar.
––¿Qué grado?
––El del que lo tiene todo controlado. Un tipo de una superioridad intelectual y racional fuera de lo común–– León la miraba fijamente––,
hay psicópatas que esparcen las pistas como migajas de pan, depredadores que quieren ser encontrados, juegan con la mente del investigador y le citan en el más macabro de los juegos.
––¿Y luego?
León no contestó.


Andaban en dirección a la parte trasera del edificio.
En el suelo encontraron una huella parcial.
La de una bota.
El inspector León se paró a contemplarla.
––Parece de un pie pequeño, seguramente de mujer. El equipo inspeccionará todo el tejado––iba a continuar la conversación, pero Val volvía a estar lejos de él.
Y ahora si que lo ponía de los nervios.
La inspectora andaba por el borde mismo del edificio y en un tramo asomó el cuerpo. Siguió andando por el filo, a pocos centímetros del vacío. Valeria se agachó. Había encontrado algo.
––Nuestro amigo se largó deslizándose por este cable.
Sujeto a la cornisa con tornillos y pernos había un cable acerado fino de unos 3 mm. Era casi invisible a la vista. Partía de la fachada en un ángulo descendente y se perdía en un bosquecillo ajeno a la propiedad.
––Nuestra amiga ––el inspector hablaba tanteando el cable––. Por el ángulo de deslizamiento, el tipo de anclaje, la distancia y el grosor del cable, por aquí sólo se ha podido lanzar una persona de poco peso.
––Como yo ––Val se había despojado de su cinturón de cuero, hizo una doblez y lo pasó por el cable sujetando fuerte cada extremo. El Inspector León hizo un gesto de contrariedad.
––¿No servirá de nada lo que diga, verdad?
––Necesito experimentar las mismas sensaciones del ejecutor.
León la empujó. El silbido producido por la fricción la acompaña en el descenso. Su figura dejó de verse fuera de la propiedad.
A pesar del corto recorrido el cuerpo de Val había adquirido una velocidad considerable, antes de llegar al final del trayecto soltó el cinturón y rodó unos metros por la tierra y hojarasca. El cable terminaba enrollado y asegurado en el tronco de un pino.
Val volvía a ser un sabueso e inspeccionaba la zona.
Fuera del bosquecillo había un camino y huellas de herraduras.
Multitud de ellas.
Caballos.
Por lo menos dos ejemplares.
Se orientó y volvió al palacete.
El tintineo de las llaves del guarda la sacó de sus pensamientos.
Miraba a Valeria como si se tratara de un extraterrestre.
Pero ella era terrícola.
Así lo indicaba su nuevo aspecto.





Textos propiedad intelectual de  José Antonio García Esteban
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