VII- TONI Y STACY

El descapotable rosa metalizado ya entra en el garage.
La edificación es un moderno chalet de dos plantas compuesto por bloques rectangulares, en su mayoría acristalados, que dividen las estancias acompañándose de los materiales más novedosos. En la parte delantera hay un cuidado jardín con piscina y la trasera tiene una terraza con solarium. La terraza desafía la ley de la gravedad, colgando sobre un acantilado sobre el que golpea un mar embravecido.
El garage comunica con la vivienda por una puerta interior. Milú ya corre entre ella, buscando el refugio de su mullida cama ovalada.
Penélope Pérez alias Stacy Peach ha conducido más rápido de lo habitual. Demasiado rápido para su Bichón Maltés. Penélope tiene la libido por las nubes. Acaba de declarar ante una inspectora que le ha provocado un orgasmo tan sólo con sus palabras, con una voz cálida, serpeante. Disimuló el clímax como buenamente pudo. Cuando lo hizo sus manos estaban atrapadas debajo de las de la agente. Sus dedos le encarcelaban expiando sus pecados en un hechizo sensitivo de placer y serenidad.
Y ahora, todavía en la senda de la impaciencia, busca a Toni. Lo encuentra en el salón.
Toni disfrutaba de las ventajas de vivir con una persona muy resuelta en lo económico y las desventajas de una pareja tan deseada físicamente. Tenía la convicción de que, al igual que Milú, era una mascota más. Los dos sufrían los caprichos, impulsos y cambios de humor de Penélope. Acentuado en su persona, con quien la diva desahogaba su lado más perverso.
Toni y Stacy se conocieron como siguiendo el guión más cutre de la película más chabacana de cine para adultos.
El joven trabajaba de repartidor de pizzas para pagarse los estudios de bellas artes. Un día Stacy pidió una vegetal y acabó devorando una de carne.
––¡Ya eres mío!
Al día siguiente se mudó a vivir con la explosiva rubia.
Toni era un joven centrado en su licenciatura que combinaba con el culto al cuerpo. Era un tipo muy agraciado físicamente.
Tenía el pelo rizado y negro como los ojos. Sus facciones eran muy masculinas, su mandíbula se marcaba poderosa, Toni encarnaba el ideal griego de hombre mediterráneo. Como un añadido a tan agraciado ejemplar tenía muy bien definidos todos los músculos del cuerpo.
Stacy disfrutaba acariciando sus poderosos pectorales y pasando el dedo en las comisuras de su atlético abdomen.
La diva sentía una fascinación inconfesable por el mundo de la dominación y del bondage. Stacy introdujo gradualmente sus singulares gustos en los momentos más íntimos, hasta que lo escabroso fue el eje central de la misma.Toni estaba verdaderamente enamorado de la joven y abrazó todo tipo de depravaciones de madera, cuero, acero y látex. Disfrutaba en las sesiones de su barra de juegos, donde pasaba las horas sujeto de las muñecas y tobillos con cuero y cadenas.
Stacy lo llevaba del placer al dolor. La menuda figura le fustigaba y sodomizaba. El respondía con permanentes erecciones, presagio de un final feliz que alargaban al máximo. Cuando la actriz torturaba a su chico proyectaba en él la rabia contenida que sentía con su progenitor y con más de un tortuoso rodaje.
A veces perdía la noción de la realidad y le llegaba a escupir y a golpear sin piedad. Pero Toni se lo permitía.
Él la quería y moriría por ella.
El joven se había pasado esa tarde haciendo pesas y bañándose en la playa. Ahora se relajaba leyendo un cómic sentado en el sofá de relax. Sin mediar palabra Stacy arrancó el tebeo de sus manos y lo lanzó por los aires. El teniente Blueberry aterrizó en la cabeza de Milú que impasible siguió con su merecido descanso. Toni iba a quejarse, pero ya estaba de nuevo febril y sumiso en las redes de su dueña que descorre la cremallera de su bragueta.

Stacy lo mordisquea durante unos segundos asegurando un grado de dureza aceptable. Reclina el sillón y su amante queda en posición horizontal. Se sube el vestido y repta sobre su siervo. La fémina es pura elasticidad y elige hacer el amor en cuclillas apoyando los pies en los brazos del sillón.
El borde de su braguita y facilita la ansiada invasión.
La mente del ciclón rubio la ocupa la imagen de Valeria, vuelve a la ardiente fantasía de la sala de interrogatorios, donde está a merced de una inspectora de ficción.
Val viste de cuero negro, lleva un sombrero militar, guantes hasta los hombros y botas de tacón de aguja con una caña hasta el principio de las ingles.
Stacy está desnuda tiene los brazos inmovilizados en la espalda por unas esposas que dañan sus muñecas. Val tira de la cadena de su collar de cuero y enrojece sus nalgas fustigándolas con un dildo rojo doble, con el que...
Stacy agarra las manos de su chico y acelera el ritmo, iniciando la cabalgata hacia el placer con la figura de Valeria grabada a fuego.
La inspectora también sería suya.
Nada se interpone en los deseos de la princesa rubia.
Con espasmos y sonoros jadeos la convulsa jinete domó su fantasía.
Descabalgó y abandonó el salón.
––¡Hey, forastera, por lo menos se saluda!

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Dibujos del autor. 



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